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En un lugar de la Mancha...

VICTOR PENíN 0
Experto fantasy
21 ABR 2018 / 14 MINUTOS LECTURA

Para los aficionados al fútbol, este deporte, al igual que la música o el cine, tiene la facultad de transportarnos. Asociamos canciones a personas, a un momento en concreto, a un verano, al lejano e inolvidable amor de verano... Queremos reconocernos en el héroe de la película y proyectar a través de sus palabras, o de las escenas que interpreta, lo que a nosotros mismos nos gustaría vivir en algún momento puntual. El fútbol, capaz de aunar bajo un mismo sentimiento a razas o estratos sociales diversos, ejerce sobre nosotros un poder similar: nos hace recordar y revivir.

Andrés Iniesta Luján (Fuentealbilla, Albacete, 11 de mayo de 1984) es el culpable directo de muchos de los mejores recuerdos futbolísticos de mi generación. Imposible, por ejemplo, no recordar dónde y con quién estábamos cuando emergió en la frontal del área grande en Stamford Bridge "para dejar por el camino a tanto inglés". Sin ese balón a la escuadra izquierda de Petr Cech, el Barça de Pep hubiese sido un poco menos de Guardiola.

Pequeño y paliducho, casi enjuto, Andrés llega a La Masia a los doce años. Con la tremenda inocencia y sinceridad de un niño reconoce ante las cámaras que él “antes era madridista a todo poder”. Veintidós años después, luce la capitanía azulgrana por los campos de medio mundo. Después de toda una vida en la cantera azulgrana, siempre al lado de su inseparable amigo, el portero Victor Valdés, debuta en el primer equipo de la mano de Louis Van Gaal en la temporada 2002/2003. Tras dos años alternando el primer equipo con el filial barcelonista, Andrés entra a formar parte de la primera plantilla en la temporada 2004/2005. Jugador número doce de aquella campaña, participa muy activamente en la consecución del título de Liga del equipo de Frank Rijkaard, hasta el punto de ser, junto a Samuel Eto’o, el jugador más utilizado.

Venía el FC Barcelona de vivir unos años convulsos. Cero títulos. Perdida la identidad futbolística heredada del Dream Team de Johan Cruyff, el equipo catalán se tambaleaba año tras año por el campeonato nacional y por europa sin saber muy bien siquiera a qué jugaba. Pocos presagiaban que los Valdés, Puyol, Xavi e Iniesta liderarían no muchos años después la mayor y más exitosa generación futbolística de la historia de este país y del FC Barcelona. Había llegado Ronaldinho y el club empezaba a cerrar la herida dejada por la marcha de Luis Figo años atrás. Y Andrés empezó a pensar, y sobre todo, a creer.

Stade de France, París. El 17 de mayo de 2006 el FC Barcelona se presentaba en la final de la Liga de Campeones ante el Arsenal de Thierry Henry. Andrés Iniesta partía inicialmente desde el banquillo. El partido se complicó para los azulgranas. Las finales de Sevilla y Atenas sobrevolaban las cabezas de los aficionados culés como malditos fantasmas. La historia siempre recordará a Belletti. Incuestionable la dichosa capacidad que tiene para recordar solo los nombres del ejecutor y del ejecutado. Pero ese día, Andrés Iniesta se hizo mayor. Entrando en el segundo acto, dio pausa y serenidad a las prisas azulgranas. Con él se dio la vuelta al marcador. El FC Barcelona engrosaba su palmarés y la historia tomaba nota. Se apuntó su nombre. Algo le tenía reservado.

Sin embargo, durante las dos temporadas siguientes, el equipo azulgrana fue diluyéndose. El equipo, en el que Andrés ya gozaba de cierto peso, era una caricatura de sí mismo. Rumores sobre su marcha al eterno rival superados, Iniesta se presenta en la temporada 2008/2009 con ilusiones renovadas. Se hace cargo del primer equipo Pep Guardiola, "el 4". Alumno aventajado de Johan, y empapado de "Cruyffismo", el de Sampedor llega al banquillo con una chistera y dos batutas. La chistera para Messi, una batuta para Xavi, la otra para Andrés. Batutas que ambos portaban también en la selección española. Imposible cuantificar el porcentaje de influencia que tuvieron tanto Luis Aragonés como el propio Pep sobre el juego del de Fuentealbilla. Andrés venía de conseguir el primer hito en color de la selección española: la Eurocopa 2008. Quizá Luis, siempre sabio el de Hortaleza, le enseñó a competir. Pep le enseñó a bailar. Y, ambas cualidades, como mezcladas en una coctelera, lo convirtieron a nuestros ojos en Don Andrés. Pero Don Andrés no nace en Stamford Bridge, ni en el 2-6 del Bernabéu, ni en Sudáfrica, ni siquiera nació en Viena en aquella final contra la selección alemana. Don Andrés llevaba tiempo ahí, agazapado, silencioso musical y futbolísticamente hablando. Porque Don Andrés se nace. Pep quiso ponerle una batuta. No sabía el de Sampedor que el dios del fútbol, el mismo que bajó aquél 6 de mayo de 2009 al césped de Stamford Bridge, le había prestado a Andrés su barita y que el de Fuentealbilla aún no tenía pensado devolvérsela.

Olímpico de Roma, Roma, la cuna del arte y de la civilización moderna, 27 de mayo de 2009. Andrés salta a la arena del coliseo futbolístico tocado, con órdenes explícitas de no disparar a puerta y provocar un desgarro muscular mayor que el que tenía. Tal era su importancia en aquél equipo que Pep se arriesgó a alinearlo de partida. Enfrente estaba el actual campeón, el Manchester United, liderado por Cristiano Ronaldo. Y Andrés compitió. Y bailó rodeado de diablos rojos. Y se sacó la barita y otras cosas para volver a "dejar por el camino a tanto inglés", sirviendo a Eto’o el primer gol de una final que se recordará siempre por ser la primera piedra tangible sobre la que se acabaría construyendo un equipo eterno. Sobre la propia arena nacen los gladiadores más grandes.

Fue por aquel entonces cuando la vida golpeó a Andrés. La muerte de su otro gran amigo, Dani Jarque, capitán del RCD Espanyol, eterno rival ciudadano del FC Barcelona, en agosto de 2009, lo sumió, como él mismo afirmaría después, en un delicado momento personal que afectó incluso en su rendimiento deportivo. Con más oscuros que claros, Andrés acaba la temporada 2009/2010 sumando más títulos, pero con una participación intermitente en cuanto a juego.

En el horizonte, el mundial de Sudáfrica 2010. España, una de las favoritas, se estrella literalmente en el debut contra Suiza. Nada nuevo bajo el sol. Iniesta trata de recuperarse plenamente de las molestias físicas que había venido arrastrando durante la temporada mientras trata también de mitigar el dolor de la ausencia y sus cicatrices. Podría Andrés haberse sentido solo por primera vez. Ese estado en el que a menudo viven las personas con éxito, esplendorosamente definido por Antonio Gala citando la poesía de San Juan de la Cruz: "La música callada / la soledad sonora / la cena que recrea y enamora". Solo que Andrés, cuando daban las diez, no bajaba a cenar sólo. Con él siempre los Victor Valdés, Xavi y Puyol, los suyos; y con los suyos los otros, que también fueron suyos y nuestros, los de todos. Dicen que la grandeza de alguien no se mide por las veces que se cae sino por las que se levanta. Y Andrés se levantó, y en ese Mundial saltó más alto que el siete guapo, famoso y gran jugador. Y fintó todavía más veces y más rápido que el extraterrestre diez heredero de Diego Armando. 

Soccer City Stadium, Johannesburgo, Sudáfrica. 11 de Julio de 2010. Entre las 23:00 y 23:15 aprox., hora peninsular. Fútbol. Música. Cine. El balón. El silencio de la música callada. El actor principal: Don Andrés Iniesta. Su pie derecho. El gol de todos. Ningún aficionado al fútbol, y me atrevería a decir que casi ningún español en general, olvidará jamás ni dónde estaba ni con quién justo en el momento en el que Iniesta batía a Stekelenburg en el minuto 116 de la prórroga de la final de la Copa del Mundo 2010. Y, con casi total seguridad, si cerramos los ojos, somos capaces de transportarnos a ese instante y sentir el mismo silencio que sintió Andrés cuando se quedaron sólo él y el balón. Recordar cómo el mundo se paró, y con él, en silencio contenido, a las personas que nos acompañaban. Y quizás también seamos capaces de revivir cómo el mundo explosionó… “– ¿Quién marcó? – ¡Andresito!”, dicen que se escuchó en el banquillo de la selección. Perdónalos padre, porque no saben lo que dicen. Ya era Don Andrés. El Iniesta de mi vida. Y Andrés gritó y corrió. Y con él gritamos y corrimos todos. Se sacó la camiseta para dejarle claro al mundo entero que los dioses del fútbol son humanos. En ese éxtasis de fervor ininteligible, con ese gesto, Don Andrés nos demostró que, antes que el balón, están las personas. Que él también necesitaba relamerse las cicatrices. Poco importaría después que Diego Forlán ganara el Balón de Oro de ese Mundial. Menos importaría aún que Lionel Messi se alzase con el Balón de Oro 2010 después. Para nosotros, Andrés en sí mismo era el balón.

Pasan los años y las temporadas, pasa la vida, pesan las cosas. Andrés sigue cosechando éxitos con su club de toda la vida y reedita el título europeo con la selección española en Kiev, en 2012. El mundo del fútbol en general se rinde a la supremacía española. Conquista dos UEFA Champions League más con el FC Barcelona, en 2011 en Londres, otra vez frente al Manchester United, y en 2015, en Berlín, ante la Juventus. Iniesta abre el camino de esa final con una asistencia. "Tócala otra vez, Andrés".

El de Fuentealbilla se acabará convirtiendo en el jugador nacional con más títulos de la historia: 8 Ligas – que podrían ser 9 –, 5 Copas del Rey – que podrían ser 6 –, 7 Supercopas de España, 4 Champions League, 3 Supercopas de Europa y 3 Mundiales de Clubes con el FC Barcelona; 1 Mundial  y 2 Eurocopas con la selección absoluta española, y 2 Europeos en categorías sub-17 y sub-19 respectivamente. En el XI Ideal de la FIFA siete años seguidos – de 2009 a 2017 – y en el Equipo del Año de la UEFA en cinco ocasiones, Mejor Jugador de Europa de la UEFA 2012, integrante del XI Ideal en la Eurocopa 2008 y 2012, Balón de Plata 2010, Balón de Bronce 2012, ocho nominaciones seguidas para el Balón de Oro – de 2009 a 2016 –, Mejor Jugador de la Eurocopa 2012, dos veces integrante del Equipo Ideal de la Liga de Campeones, Mejor Jugador Español de la Liga 2009,  en el XI ideal de la Liga en 2016, Mejor Centrocampista de la Liga en cinco ocasiones, Premio IFFHS a Mejor constructor de juego del Mundo en 2012 y 2013, miembro del Equipo Ideal del Campeonato del Mundo 2010, escogido como mejor jugador en las finales de la Eurocopa 2008 y 2012, Mundial 2010, Supercopa de Europa 2011, UEFA Champions League 2015 y de la Copa de SM el Rey 2016.

Andrés se planta en la temporada 2017/2018 como una leyenda viva del barcelonismo. Aplaudido y respetado en prácticamente todos los campos de España, ve como por el camino se han ido marchando Carles Puyol, Xavi Hernández, e incluso Victor Valdés, su fiel amigo dentro del vestuario. Ahora la vida pasa más rápido y las cosas pesan más todavía. La gasolina escasea y el capitán se resigna en soledad.  El FC Barcelona vive inmerso en una continua disputa por la hegemonía nacional e internacional con su máximo rival, el Real Madrid. Luis Enrique abandona el banquillo azulgrana y Neymar pone rumbo a París "mon amour". Andrés empieza a pensar que quizás lo de la retirada a tiempo sí otorga victorias. Con los años uno se hace más sabio, que no más tonto, pero también uno se vuelve más lento; cuando antes quizás uno era tonto aunque seguramente más rápido. Nunca llueve a gusto de todos, tampoco para Andrés.

A lo largo de la actual temporada, Iniesta participa con regularidad en el once titular azulgrana pero no completa con asiduidad los noventa minutos. El club termina fichando a Philippe Coutinho en el mercado de invierno. Y aunque el equipo viene siendo un rodillo – invicto en Liga, goleando en el campo del eterno rival y con paso firme en Copa y Champions –,  Andrés empieza a valorar la posibilidad de abandonar el club a final de temporada. La perspectiva de hacerlo tras conseguir una vez más, y por tercera vez, el triplete, pero esta vez como primer capitán, se convierte en un estímulo adicional. Carles Puyol o Xavi Hernández gozaron del privilegio y de la posibilidad.

Con la liga prácticamente en el bolsillo y a expensas de la Final de la Copa de SM el Rey, el equipo avanza en Champions. Tras haber dejado atrás al Chelsea – sí, otra vez – por el camino, Andrés vuelve a Roma. Vuelve a la "arena" del Olímpico. Todo a favor tras el 4-1 de la ida. Quién lo iba a pensar. Andrés, que resolvería su futuro antes del 30 de abril, se difumina. El FC Barcelona hinca la rodilla y cae con estrépito por un contundente 3-0. Si existía la más mínima posibilidad de que Andrés continuase en el club, esa noche la posibilidad se diluye. Iniesta es sustituido en el minuto 80 y ve desde el banquillo como la Roma hace el tercer y definitivo tanto. Y, automáticamente, Andrés dejó de estar allí. Se fue. Se transportó. Volvió a ese mismo lugar pero en otra línea temporal, a ese tiempo pasado que dicen que fue mejor. Su mirada se perdió y posiblemente se vio a sí mismo nueve años atrás, sobre el mismo césped pero sin el sabor a polvo mordido en los labios, bailando entre diablos rojos, girando la cabeza a los lados buscando a Xavi, alzando la vista buscando a Puyol en el lateral, asistiendo al desmarque de Eto’o a la espalda del central o disfrutando atónito del vuelo de Messi sobre Ferdinand para hundir el esférico en la portería de Edwin van der Saar. Así que en cuanto volvió al presente, Andrés debió mirar alrededor y se dio cuenta que sí, que cualquier maldito tiempo pasado siempre fue mejor y que la fiesta tocaba a su fin. Eran horas de marcharse a casa.

Por eso, cuando esta noche, al término de la Final de la Copa de SM el Rey, o mañana, o el 30 de abril, o cuando sea, o cuando a Don Andrés Iniesta le venga en gana, que para eso es Don Andrés, anuncie que se va del FC Barcelona, inmediatamente los aficionados al fútbol retornaremos a los momentos que nos dio. A todo lo que nos regaló. Y con esos recuerdos, reviviremos aquellos instantes y con quienes los compartimos.

Andrés se irá. Pero se irá como llegó. Se irá menos "blanco a todo poder" y más culé de corazón, eso sí, pero en silencio, sin grandes alardes. Solo. Aunque él mismo sabe que nunca estará solo. Porque Andrés es nuestro y nosotros suyos. Es lo que tiene meter el pie para marcar el gol de todos. Siempre permanecerá en nuestra memoria, en nuestros recuerdos, sea aquí o en la China, sea hoy o el día de mañana, cuando cual personaje de Cervantes fatigado, busque su merecido descanso en un lugar de la Mancha no muy lejano.

 

 

 

 

 


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